London 69
London 69
Hector Sepulveda
One of the most legendary unpublished pieces ever recorded by a Chilean musician. Instrumental-Experimental songs, in which he mixes through open Indian tunnings ragas, blues and the use of reversed tapes. An essential tribute to who was probably the greatest rock pioneer in Chile.
For fans of: Los Vidrios Quebrados, Roy Montgomery, Peter Walker, Sandy Bull, Brian Eno & Robert Fripp.
London ’69: una manera de vivir
Dos frustraciones determinan el inicio del periplo que decantaría en este disco. Primero, Héctor Sepúlveda no estaba satisfecho con el resultado de Fictions, el reciente elepé publicado por los Vidrios Quebrados. Fueron apenas doce horas de grabación con la mayoría de las pistas concluidas en una toma. Los yerros fueron evidentes y esto iba en contra del obsesivo perfeccionismo del guitarrista. Segundo, el tenor de las canciones. Héctor hubiese preferido incluir temas más rudos que representasen más fidedignamente su reciente alucinación: Eric Clapton. Una tarde de fines del ’67 junto a Eduardo Gatti en Viña del Mar, escuchan John Mayall & The Bluesbreakers, con Clapton en primera guitarra. La fuerza y dramatismo de esa guitarra, su volumen inédito, cambiaron la perspectiva del líder de los Vidrios Quebrados. Sin embargo, el resto de los miembros del grupo no empatizaban con un posible cambio de estilo. La diáspora es inminente. Las presiones por abandonar “el pasatiempo de la música” para sentar cabeza y optar por una camino respetable y tradicional precipitan el quiebre de la banda. Una vez consumado,
Héctor decide enfilar hacia Europa. “Tenía que ir a Inglaterra, ahí estaban las fuentes de todo lo que me gustaba. Además, siempre hablábamos con el resto de los Vidrios en que viajaríamos alguna vez a Europa. Entonces, simplemente estaba cumpliendo mi palabra”, declaraba.
Vendiendo su amplificador y su guitarra a Eduardo Gatti, Héctor parte hacia Ecuador en
marzo de 1968 junto con su novia de entonces, Consuelo. Con apenas veinte dólares en el bolsillo, compra en un muelle de Guayaquil una guitarra de madera la cual lo acompañará en su aventura en barco por el Atlántico. Su primera parada europea es en la Costa Brava española donde se reencuentra con Juan Enrique Garcés, ex baterista de los Vidrios Quebrados. Después, haciendo autostop llega a París. Sin dinero al cual echar mano, Héctor decide apostarse en una esquina y comenzar a tocar. Lo ganado le permite pagar el hospedaje en un sencillo hotel parisino y comer junto a su pareja. La revolución de Mayo del ’68 lo sorprende y la declaración de Estado de Sitio corta repentinamente su fuente de trabajo. Nuevamente, empaca sus cosas y emprende viaje hacia Roma. Allí consigue mejores perspectivas laborales –tocar todas las noches en un club capitalino- lo que le permite ahorrar lo suficiente para acometer su destino final: Londres. En Inglaterra, su primer arribo es a Reading, donde lo hospeda una pareja de ingleses con quienes había
trabado amistad en Italia. Poco después de un mes, sus amigos lo llevan a Londres,
específicamente al Electric Cinema, ubicado en la entonces contracultural zona de Notting Hill. Este era un local que de día albergaba una convencional sala cinematográfica. Por las noches, en cambio, el lugar era arrendado por colectivos del underground que organizaban fiestas y conciertos. Es aquí donde durante dos sábados consecutivos que Héctor Sepúlveda actúa frente a un auditorio repleto. El repertorio de Héctor se basa en improvisaciones, en las cuales mezcla a través de afinaciones abiertas ragas indios y blues, principalmente. Su virtuosismo y la particularidad de su apuesta le granjean varios conciertos adicionales. En uno de ellos, en el mítico Marquee, Héctor telonea a la banda psicodélica Family quienes incluso le prestan un amplificador.
Semanas después, un amigo suyo lo pone en contacto con Pat Boland un joven que hacía sus primeras armas en el negocio discográfico, específicamente en el sello Decca, bajo su subsidiaria Deram. Una tarde, Boland ve a Héctor tocar y decide de inmediato llevarlo a las oficinas del sello. En un par de días, Sepúlveda contará con un contrato discográfico y una visa de trabajo en su bolsillo. En breve, inicia bajo la supervisión del productor Neil Slaven, quien estaba entonces detrás de obras de bandas como Savoy Brown o Pink Fairies, las sesiones de grabación. A mitad del proceso, Slaven es reemplazado por Pete Swettenham, quien devino en productor después de haber sido guitarrista de la banda psicodélica Grapefruit.
Héctor Sepúlveda registra tres canciones instrumentales, de corte experimental, apenas acompañado por la percusión de un pandero y el uso de cintas invertidas. Cuando ya se iniciaba la sesión fotográfica que ilustraría el arte gráfico del álbum, Swettenham le comenta a Héctor que Decca había decidido cambiar su política de publicación, cerrando la subsidiaria Deram para dedicarse exclusivamente a la música con posibilidades comerciales. El productor le entrega al guitarrista chileno una copia del master de la grabación. Esas cintas, conservadas en una maltrecha caja de cartón, acompañaron a líder de los Vidrios Quebrados durante casi medio siglo.
La singladura londinense de Héctor Sepúlveda continuará aún por un tiempo más. Graba dos discos acompañando en guitarra eléctrica al compositor Tim Hollier. También dedica un tiempo no menor a profundizar en sus estudios de astrología en la Faculty of Astrological Studies en Londres. En 1972, solo, decide regresa a Chile.
Hoy, London ’69, el nombre que Héctor Sepúlveda había concebido para esa obra grabada en Inglaterra, regresa justo en una época especialmente sensible para el legado del guitarrista. A principios de 2017, víctima de una falla renal Héctor muere en su casa de Las Condes. Es también en septiembre de ese año cuando se conmemoró medio siglo de Fictions, el único elepé publicado por los Vidrios Quebrados. Por último, en 2017 Héctor decidió finalmente entregar para su publicación las históricas cintas de su registro londinense.
No es muy difícil encajar al álbum que amerita estas líneas como una de las piezas inéditas más legendarias grabadas jamás por un músico chileno. En plena eclosión psicodélica, un muchacho nacido hacía 23 años en una lejana Antofagasta, poseedor de un talento instrumental y compositivo descomunal, lograba llegar a uno de los polos creativos más determinantes en la producción de música popular. Un contrato discográfico en Decca, sello donde en 1969 artistas del calado de Rolling Stones o Moody Blues publicaban su música, haría el resto.
Enhorabuena, este trozo de memoria ha podido ser reconstruido. Una edición que es
también un homenaje imprescindible a quien fue muy probablemente el mayor pionero del rock en Chile. Parafraseando una de sus canciones, al fin su día llegó, el cielo se abrió, tendió sus brazos y cerró sus ojos. Ahora, ya era libre.